Laguna Jacob - Refugio Gral. San Martín (02/12/2008)
Durante este tiempo de ausencia en mi blog estuve muy ocupado atravesando situaciones totalmente nuevas para mí. Algunas muy agradables, otras no tanto y las menos, realmente frustrantes. Todas enriquecedoras.
Aprendí, y mucho.
Aprendí a hacer tan rico pan que ya puedo prescindir de la panadería. Riquísimas galletas de avena ideales para travesías de montaña y para regalar.
Que el Plan B puede resultar tan bueno o mejor que el A. El refugio López me lo confirmó.
Que el Hombre Soda no es para cualquiera. Que no, no insista, he dicho que no es para cualquiera.
Que cinco horas de lluvia helada en la montaña son insuficientes para engripar a nadie, indistintamente del género, la edad, el nivel socio-cultural o la condición física del individuo sometido a tal inclemencia. Eso sí, no pare de caminar, que se hace de noche y ahí lo quiero ver.
Que la luz plana existe amigos, y es mala.
Que aquello de que “nunca es tarde cuando la dicha es buena” es una boludez. Créanme si les digo que llegué a la montaña por lo menos 20 años tarde.
Que acá también se confunde “buena onda” con onda fácil.
Que la estupidez humana desconoce cualquier cota de altitud.
Que un diente no se parte así nomás. Un buen método para lograrlo es intentar una proeza física en un estado de ebriedad, digamos, medio.
Que los perros son felices en la nieve.
Que el ski es más sofisticado que el snowboard.
Que el comportamiento de la rosa mosqueta en éstos pagos resulta sumamente llamativo para los científicos alemanes. Me quedé con ganas de ser testigo del trabajo de campo de esta gente.
Que no me interesa que me cuentes toda tu vida, prefiero que me muestres quién sos.
Que la libertad me resulta tan parecida a la soledad.
Que puedo extrañar (extrañarte, extrañarlos, extrañarlas) sin sufrir.
Durante todo este tiempo de ausencia en mi blog aprendí también algo fundamental: que soy un eterno aprendiz.
Afortunadamente.
Hasta la próxima.