Carta a mí mismo.
Lo que leerán a continuación es la transcripción fiel y parcial de una carta que escribí hace ya un buen tiempo y que encontré en mi último viaje a Bahía Blanca.
Bahía Blanca, 13 de febrero de 2003.
Me debo una vida mejor.
Y sé que en esa vida están ustedes, mi hijos.
Y también estás vos, la mujer que amo.
Claro que vos no podías faltar: [...]
Y algunas personas más, no muchas más.
Me parece irónico tanto pensar y pensar para llegar a una conclusión tan obvia, tan contundente: Me debo una vida mejor.
Tanta energía malgastada pensando y pensando, dándole vueltas para entender cosas que ya no están, buscando respuestas que me expliquen por qué estoy o soy así. Siempre tienen sabor a justificación, a excusa.
Soy el que quiero ser como puedo ser. Y siempre cuando puedo, nunca antes.
Soy el dueño de mis actos, el único responsable. Nadie más que yo. Basta ya de buscar culpables. Ni ellos, ni yo: nadie tiene la culpa de nada.
Es cierto que tengo motivos para estar mal y ésa es la mierda que me falta destilar.
Pero también es cierto que existen de los otros motivos. Puedo verlos, tocarlos, están ahí al alcance de mi mano. Puedo sentirlos. Son Uds. Y están a mi lado sufriendo lo de ustedes y sufriéndome a mí. [...] Como dije antes: nadie tiene la culpa de nada. Uds. mucho menos.
Y también es cierto que existe el verdadero motivo de todo; lo bueno y lo malo: yo.
Puedo verlo claramente. Cuando estoy mal [...] Y así la rueda gira con más fuerza, cada vez más pesada, más aplastante. Me parece así de claro, así de redondo, así de enfermizo.
Leo y releo todo lo que escribí hasta ahora y todavía estoy de acuerdo con todo.
Sigo de acuerdo con la idea de soy el único dueño de mis actos. Y si estoy harto de estar cansado de la puta rueda, entonces tendré que adueñarme también del acto de bajarme de la maldita rueda.
O mejor, hacerme dueño del acto de no empezar a moverla.
Y si estoy harto de preguntarme “¿hasta cuándo?”, será hora de hacerme dueño de la respuesta.: “hasta ahora, ya basta, no más.”
Parece simple. Es simple. Y vuelvo a confirmar que lo simple no es fácil.
Conocer mis limitaciones me permite darme cuenta que no es fácil. Y aparece la angustia.
Desconocer mi potencial es una gran limitación (mi verdadero potencial).
Si la pregunta es “¿hasta cuándo?”, y la respuesta sigue siendo “hasta ahora, no más”, entonces cómo me puedo hacer dueño de la respuesta? (ya siento que estoy empezando a enredarme).
Dueño de mis actos. Responsable de mis actos. Dueño de mí, de mi vida. Responsable por mí, por mi vida.
Dueño de la vida mejor que me debo.
Responsable de la vida mejor que me debo.
¡Adueñarme de una vida mejor, porque me la debo!
Y me doy cuenta que para adueñarme de esa vida mejor necesito coraje.
¡Mierda! La verdad es que me siento realmente limitado con lo del coraje.
También necesito luchar por adueñarme, ganarme esa vida mejor que me debo.
Y necesito garra. Y también inteligencia.
Y amor por mí mismo.
Soy quien quiero ser y como puedo ser. Cuando puedo.
Ahora la pregunta se amplía: ¿Hasta cuándo voy a esperar para saldarme la deuda de una vida mejor?
Ahora la respuesta es la misma pero distinta: Hasta ahora, ya basta, no más...
Hasta ahora que decido adueñarme de mi coraje.
Hasta ahora que decido aprender a luchar.
Hasta ahora que decido usar la garra y fortalecerla.
Hasta ahora porque ahora es el mejor momento, porque no vale la pena esperar, porque es un error esperar el momento cuando es ahora y no mañana.
Hasta ahora, porque es ahora que quiero vivir mejor.-