martes, 25 de diciembre de 2007

Felices Fiestas.

Quieren saber.

Inevitablemente preguntan.

Hoy puedo responder.

Búsquenme en Playa Bonita, bajo las estrellas a la claridad de la imponente luna casi llena.

Buen vino tinto, cena frugal, un buen par de frutas frescas y algún medio turrón remanente de mi “gulosa” avaricia.

Aparentemente estaré solo.

Pero no.

Me la paseré con cada uno de ustedes. Algunos más o menos próximos que otros… todos presentes de algún modo acompañándome en una recorrida por mis emociones, vivencias, anhelos y recuerdos…

Brindaré por mí y por ustedes.

lunes, 17 de diciembre de 2007

Sin título.

Hay días especialmente hermosos.

Días de ésos en los que uno mira seguido al cielo… Y lo ve distinto.

Uno anda con las emociones revueltas.

Y suceden cosas al respecto.

Y uno se sorprende.

Se acuerdan de uno.

Nos recuerdan.

Y nos avisan.

Nos ponen contentos.

Nos hacen consultas triviales.

No importa la geografía.

Puede ser desde una playa para nosotros desconocida… Por conocer.

Puede ser desde una bahía sin playa… Que conocemos demasiado.

Y también puede ser desde las huellas en algún maizal… En el que la luna ya ilumina con otra de sus fases.

No importa el medio.

SMS, msn, e-mail, teléfono, blog o hasta un presente (carta manuscrita incluida)… ¡¡La heladera del hostel!!!


Todo medio es útil cuando hay “qué” comunicar.


Hoy se sucedieron los medios.

Se sucedieron las personas.

Se sucedieron los recuerdos.

Se sucedieron los deseos.

Y nacen algunos anhelos.

Bienvenidos todos ellos.

lunes, 10 de diciembre de 2007

Cadena Solidaria Barilochense

En Bahía Blanca tengo un amigo que se llama Daniel.

Él tiene dos hermanos, uno de ellos en Bariloche, Juan José.

Juanjo, junto con su hijo Nicolás, me hospedaron por un mes completo en su casa, compartiendo asados, buenas pastas, odaliscas, muy buena música, algún paseo en catamarán y sus amistades.

El primero de sus amigos que conocí fue Fernando “el peti”, un Dogo de aquellos… Él también me dio una mano tremenda alojándome y dándome trabajo por unos cuantos días mientras yo confraternizaba con sus dos perrazos, la Negra y el Choco (temibles ellos).

Gracias al Peti, conocí a José y Carlos, otro peti (pero de puro petiso nomás). Con ellos, asadazos de por medio, alguna que otra cervecita y sus burlas al verme clavar mis primeros clavos de 4 pulgadas, tuve mis primaras nociones de cómo se construye una cabaña toda de madera. Ellos todavía están tratando de averiguar el misterioso motivo por el que vengo, según ellos, “escapando” de Bahía. (?!)

También por medio del Peti, conocí a Mercedes: mujer de mundo como pocas he conocido, con espíritu altruista y solidario, dueña de un gran talento y buen gusto en artes como el telar mapuche, plástica y múltiples manualidades.Ella me integró a su grupo de amigos invitándome a ayudarla a preparar y saborear mi primera Bourguignon.

Allí estaban Marcelo (amante de las artes culinarias telúricas: hay que verlo en acción sacando bruto asado pa’ 24 famélicos obreros de la construcción) y Verónica (casi una paraguayita, ducha en exquisiteces reposteriles presentes, por ejemplo, en mi último cumpleaños), el otro Marcelo (barman casi profesional creador del exclusivo “lemonchampchelo”) y Yesica con su torta voladora realmente “impresionante” (¡Por Dióh!! ¡¿Qué’h lo que éh’eso?!) .

Marcelo (el de Vero) me presentó a Leandro, quien me brindó la primera oportunidad de trabajo fijo: una obra en construcción en las orillas del Nahuel Huapi.

En ese trabajo me tocó conocer a Raúl, capataz experto en cultivar la paciencia con mis llegadas tarde, mis preguntas sobre cada tarea que me encomienda y con mis consultas sobre presupuestos varios.

Ahí también conocí a Martín (coterráneo, aurinegro él), quien más de una vez me bancó los puchos y me regaló una flor de trucha arco iris, pescada por él mismo, a la parrilla.

Mis otros compañeros de laburo son esos dos inadaptados de el negro (que, como los pibes, se tapa la boca con el buzo para decir chistes pavos) y el gringo (que sostiene que “no se puede ser TAN pelotudo y yo le respondo “se puede gringo, SE PUEDE”), quienes se la pasan cagándose de risa de mis torpezas laborales.

Por Juanjo, pude conocer a Horacio, el dueño del hostel Cóndor Andino (al que recomiendo altamente si andan alguna vez por Bariloche) donde viví casi un mes.

En ese hostel trabajan Charly, guitarrero viejo, cocinero de aquellos que hacen papas al horno con harina en vez de aceite (buenísimas) y poseedor de una carcajada envidiable (tanto como su proyecto de viajar por toda Latinoamérica junto a Carolina)…

Leo, protocolístico porteño abarilochado de un excelente sentido del humor y sorprendente dominio del idioma inglés en su versión lunfa (p.e: “is walking?” para preguntarle a un huésped si la pc funciona o “for nóZZing” en respuesta a un thanks)…

Y Carina, mujer de pocas (muy pocas) palabras pero siempre con una sonrisa que hace bien.

Entre medio, tuve la suerte de conocer a Ariel, quien me regaló ese encendedor a prueba de vientos patagónicos;

Carina y Marcelo (amigos de una amiga de un amigo que nos presentó), artesanos de la feria que siempre están listos para recibirme mate en mano;

Osky y Marisa, que nos agasajaron primero con unos choritos de putamádre y después con un pechito de cerdo pa’l aplauso.

Desde el 11 de setiembre de 2007 estoy en Bariloche y desde ese día siempre ando con mi sombrero… desde ese día he pasado por momentos realmente inolvidables por maravillosos y también pasé por los otros…

A cada uno de los que fui mencionando, de algún modo u otro, en mayor o menor medida, les debo algo:

la posibilidad de seguir viviendo contento en Bariloche.

Por eso… no puedo más que ponerme de pie, mirarlos directo a los ojos y quitarme mi sombrero un momento para decirles…

GRACIAS.

Y aquí me quedo.

PD:Y también están los que conocí yo solito, sin que nadie me los presentara…

Benjamín y Mario, dos canarios NO españoles que se las traen y andan por ahí recorriendo el norte argentino correteando a algunas argentinas norteñas…

Javier, pintoresco platense fanático de gimnasia que espero le esté yendo muy bien con “aquello”…

Román y Julia, una pareja de esquelianos que me gustaría volver a ver…

Imbal, una morocha israelí de una belleza dificilísima que me impactó sin miramientos y cruelmente casada hacía muy poco…

Agustina y Guido, dos hermanitos TAN parecidos ellos … buenos cocineros ambos…

Y todos aquellos que me vieron cara de encargado de Cóndor Andino hostel, acudiendo a mí sólo para escucharme decir: “I don’t work here…”

Mención aparte:

Marion (casi “rubia” ella) y Guillaume (fotógrafo “profesional” él) novios ambos, franceses ellos, que me enseñaron a hacer creppes, que me tomaron fotos saltando al vacío, con quienes nos escondimos alguna porción de torta y quienes me invitaron a ser partícipe de su sueño…

Allí estaré.